Alguien
debía haberse enterado de su truco y posiblemente vendido la información a otra
parte, o tal vez un rival interno dentro del mismo partido. ¿Quién mas habría
sido tan interesado en destruir al candidato?
Pero,
¿Quién podría haber sido? Solo su amigo sabía que iba a enviar un mensaje al gobernador,
pero él confiaba en él, nunca haría una cosa así. Sin embargo no había manera
de que le gobernador pudiera averiguar quien había sido el que había enviado el
mensaje. Él se había encargado de hacerlo desde un lugar público, para evitar
ser rastreado. Y lo había hecho desde una cuenta de correo electrónico gratuita
que solo la había abierto para ese fin y la había cancelado de inmediato.
John
debía estar tranquilo, no habría forma de que el candidato llegara a él. Y
aquella mujer que compartió con él esa noche ya no existía. Decidió ir a dar un
paseo, para aclarar sus ideas. Tenía que seguir con su plan, él le había hecho
pasar por situaciones tan controversiales pero que ahora había de recoger la
fruta.
Camino
por los alrededores un rato, se fue a un parque, se quedo mirando el atardecer,
y finalmente volvió a casa. Pero cuando llego la puerta principal del edificio
vio algo que no le gustaba en absoluto.
Había
un coche aparcado junto a la puerta, con dos hombres sentados en los asientos
delanteros. A John le olía mal y sabia que no estaban allí solo por casualidad.
Evidentemente, había sido descubierto y si lo encontraba era hombre muerto. El
gobernador ya le había advertido: “Te puedo encontrar el cualquier lugar del
mundo, nunca serás capaz de esconderte de mí. “Tenía que desaparecer,
literalmente, de la tierra. Él tenía una gran cantidad de dinero disponible,
podía recurrir a la cirugía estética para cambiar su apariencia. Pero para esos
tendría que confiar en otra persona y en ese momento no podía confiar en nadie.
¿Cómo
podía salir con vida de esa situación por lo que ser capaz de contar la
historia más adelante? La solución estaba en su mente, solo que él lucharía
contra ella hasta el último minuto tratando de encontrar un opción alternativa.
Pero no había ninguna.
Era
su única opción, pero el costo era demasiado grande. En su mente volvió una
única vía de escape. “las galletas”. Con ellas se convertiría en otra persona y
John Brisbaine solo permanecería en su memoria y de aquellas personas que lo
conocieron. Él dejaría de existir y podría empezar una nueva vida. Siguió
pensando en ello durante unos minutos más, tratando de analizar que otras
posibilidades tenia, pero no tenía otra oportunidad.
En
alguna ocasión el se había tenido de ocultar. Algunos narcotraficantes le
habían reclamando venganza porque él los había enviado a la cárcel. Y eso le había
obligado a desaparecer por un tiempo, hasta que las cosas se calmases. Pero era
solo cuestión de cambiar de ciudad, con eso tenía suficiente. Esos picaros no
tenían demasiados recursos para ni siquiera seguirlo y de hecho ni siquiera
podían sobrevivir más de algunos días debido a que siempre los acababan
acribillando a balazos por alguna banda rival.
Pero
esta vez, el tipo parecía mucho más poderoso y no tenía nada que perder, porque
ya lo había perdido todo. Así que era como una bestia herida, mucho más feroz
que si fuese sana. Tenía que ir a por las galletas, pero él las había tirado a
la basura. “! Maldita sea!” pensó.
Pero
era mejor en este caso. Si aun estaban en su apartamento él nunca sería capaz
de entrar en él. Tenía solo que esperar a que el portero le pudiera llevar por
la puerta auxiliar del edificio que estaba en un callejón. Y entonces tendría
un montón de tiempo hasta que ellos se fueran por la noche.
Dio
la vuelta por la calle lateral y se dirigió a la esquina del callejón que
pasaba detrás del edificio. Levanto la vista para ver si había alguien, pero
no, había otro coche aparcado allí, también con dos chicos sentados en el
asiento delantero. Era obvio que no le
iban a dejar entrar por la puerta de atrás con tanta facilidad. Esto hacia las
cosas más complicadas.
Se
quedo mirando. El callejón no tenía casi movimiento, las únicas puertas que había
eran las puertas traseras de los edificios en la misma manzana de su
apartamento.
Con
las primeras luces de la noche apareció el portero a sacar la basura. Incluso
se veía que arrastraba con dificultad la pesada caja con las cosas de
esclavitud. Había también otro porteros que hacían lo mismo y pronto el
callejón se lleno de cajas de basura en las aceras.
Él
no tenía mucho tiempo. El camión iba a pasar de una o dos horas. Pero ¿Cómo iba
hacer para buscar entre la basura lo que estaba necesitando sin ser reconocido
por los chicos del coche?
De
golpe vio a un hombre vestido con trapos entrar en el callejón. Y detrás de él
otro, y otro más. Eran personas indigentes que aprovechan ese momento para
buscar entre la basura cosas que podrían ser dignas para ellos. ¿Qué pasaría si
alguno viera las galletas y quisiera comerlas? Ya se imaginaba convirtiéndolos
en mujeres y buscando desesperadamente sexo. Bueno, fue precisamente lo que le
pasaría a él, pero no podía dejar que se le fuera de las manos. Por otro lado,
era una elección para pasar desapercibido.
Sin
pensar demasiado en ello, se quito la camisa y arranco de ella parte de las
mangas y también de los bolsillos. Hizo lo mismo con sus pantalones. Y con un
poco de barro de la calle, se “pinto” la cara para camuflarse como uno de
ellos.
Entro
en el callejón y fue directamente a la basura junto a la puerta de su edificio,
por suerte los otros se habían repartido entre los otros lugares. Él encontró
la caja con las cosas de servidumbre de inmediato, pero había demasiadas cosas
y no podía con todo, ya que se darían cuenta que allí había ropa de mujer.
Rebusco en su interior hasta que encontró las galletas, que por suerte estaban
intactas. Suspiro con alivio.
Las
puso en la bolsa con la ropa de mujer y pensó: “Creo que voy a necesitar por lo
menos algunas cosas de esta caja”. Y sin dudarlo arranco la cinta de
embalaje y la abrió. No le importaba demasiado si los chicos de los camiones
encontraran el resto. “Mejor para ellos!”. Pensó mientras hurgaba en busca de
algunos artículos que sabía que le podía ser útil hasta poder comprar más. Él
lo puso en la bolsa con la ropa y las galletas y se fue de allí. Cuando paso
junto al coche, vio que los hombres estaban demasiado ocupados comiendo pizza y
ni siquiera se habían dado cuenta de su presencia. Él pasaba, llego a la
esquina y se dio la vuelta en dirección opuesto a su casa.
Camino
por las calles laterales tratando de ser viso por lo menos posible. Y por fin
llego al parque. Necesitaba encontrar un lugar donde sentarse a pensar en sus
primeros pasos. Dio la vuelta hasta encontrar un banco en un lugar apartado y
se sentó allí, colocando la bolsa a su lado.
Tenía
que pensar ahora en su plan de escape. Estaba completamente decidido a comerse
las galletas, pero no solo dos, que sería transformarlo por un día y en la
misma mujer que el ex candidato había conocido y que sin duda iría a buscarlo.
Él comería todas y seria una mujer para siempre, y no iba a dejar ningún
rastro. No tenía otra opción, o era una mujer o seria un cadáver.
Sin
embargo, él sabía las consecuencias. Si con solo dos estaba a punto de perder
el control con doce que no tenía ningún control en absoluto. Pero confiaba en
su fuerza de voluntad y su instinto de sobrevivir. Además, él ya conocía las
sensaciones de antes y también lo que debía hacer para dominarlas.
Y
sabia que hacer con todo el dinero obtenido. Cumplirá su más preciado sueño, se
compraría una isla griega y se iría a vivir allí como un rey. Bueno, como una
reina de hecho. No era exactamente como lo había esperado para disfrutar de su
sueño, pero no tenía otra opción y después de todo valía la pena. “no me
importa en absoluto si puedo retozar en la arena bajo el sol y mirando el mar
azul de todas las tardes que me quedan de mi vida”. Pensó.
Pero
las cosas no iban a ser tan fáciles. Además de comerlas y su mente estar
invadida por el deseo carnal que tenía que pensar en la manera de hacer la
compra, asegurar su nueva identidad, su salida del país y su vuelo sin
problemas hacia la isla.
Él
necesitaría un lugar donde pasar al menos algunas noches antes de tener todo lo
que necesitaba. Pensó en recurrir a alguno de sus amigos más cercanos, pero
descarto la idea. Ellos posiblemente también estaban siendo vigilados. Y
algunos de ellos podrían incluso ser capaces de venderlo.
No
podía seguir siendo John durante mucho más tiempo, tenía que transformarse en
la mayor brevedad posible. Pero tenía que asegurar seguir su plan una vez
transformado.
“¿Dónde
puedo ir?”, de pronto, como otras tantas veces, se le encendió una
bombilla en su cabeza. “ya sé donde ir”
Y
sin pensar demasiado en ello, abrió las galletas y se comió las doce, una tras
otra, que casi se atraganta con ellas.
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